Cualquiera que comience a leer este artículo, pensaría que voy a hablar de Afganistán, Irak o cualquier otro país que ha sido sometido últimamente a este instrumento de poder que se llama la guerra.
Pero no. Voy a hablar de los bolivianos, de aquellos que todos los días somos prisioneros en nuestro propio país, del que quiere trabajar y no lo dejan porque hay alguna protesta, manifestación, marcha o bloqueo; independientemente de si es legitima o no. Camba, colla o chapaco, trabajador independiente, empresario, asalariado o Presidente, todos somos prisioneros de guerra.
Llevamos alrededor de cuatro años de guerra. La guerra estallo cuando el gobierno de turno, de manera consistente quiso engañar al pueblo cochabambino, buscando una y otra vez mantener a Aguas del Tunari como operador de agua potable y alcantarillado. Otro gobierno ciego, sordo y mentiroso, quiso en febrero del 2003 imponer un impuestazo, que derivo en el enfrentamiento entre dos instituciones armadas por la lucha de soberbias de dos ministros. De llapa en octubre el mismo “gonierno” con una coalición partidaria reforzada decidió salir a las calles a callar a un pueblo a balas, lo cual derivo –como todos sabemos- en la posesión del Presidente Mesa; diferente juego, mismos jugadores, un Poder Ejecutivo sin partido ni apoyo parlamentario con legalidad pero sin legitimidad, un Poder Legislativo intacto en su composición aunque un poco par-tido por los “transversales”, y un Poder Judicial servil a la composición de fuerzas de los partidos políticos. Una agenda que incluía la modificación de la Ley de Hidrocarburos, el Referéndum y la Asamblea Constituyente.
Quince meses después, se aprobaron modificaciones a la Constitución que reconocieron que el pueblo delibera y puede ser representando también por Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas, cuya Ley fue parida para unas elecciones municipales donde lo único que ha cambiado es la sigla y el color de los mismos actores. Una vez más, a través de su poder económico impune, se han perpetuado los mismos grupos de poder político, cuya funcionamiento se asemeja a los piratas en busca del botín (Tesoro Nacional, Regional o Municipal), y que se han caracterizado por el manejo de un aparato burocrático ineficiente y corrupto, que se mantiene en el poder gracias a la apatía, el conformismo y la tolerancia, de un pueblo prisionero.
Un pueblo que a pesar de haber expresado su voz en un Referéndum vinculante, no ha sido escuchado y su voz no ha podido ser traducida en una Nueva Ley de Hidrocarburos manoseada al antojo y calculo de estos mismos grupos de poder.
Hoy el Presidente Mesa también es rehén de un trípode que se han constituido en las fuerzas de la conspiración; una clase política partidaria que no esta dispuesta a dejarlo gobernar, unos movimientos socio-sindicales que quieren aprovechar la coyuntura a partir de reeditar viejas añoranzas con un sentido estrictamente oportunista, y las sombras de su duda entre hacer historia o recogerse a escribir sobre la historia.
Y que hay de aquel ciudadano común y corriente, que trabaja día a día y lucha por sacar adelante a su familia y cada año se le hace mas difícil, porque se empobrece más, que aspira a que sus hijos sean profesionales para que tengan un futuro mejor. A nombre de los intereses del “pueblo”, nos han tomado PRISIONEROS DE GUERRA.
El tipo de guerra al que estamos sometidos, es la guerra psicológica de la incertidumbre… ¿subirá el pan?, ¿subirá el pasaje?, ¿el Evo movilizara a los cocaleros?, ¿el Presidente claudicara ante el pedido de renuncia?, ¿conseguiré trabajo mañana?, ¿el ajuste presupuestario me tocara a mi? ¿me tocara algún bloqueo? ¿alguna marcha se desbordara y me tocara alguna pelea entre la policía y los manifestantes?, ¿llegaremos a la Asamblea Constituyente ? y seguramente mil preguntas mas que todos los días están presentes en nuestras vidas todos los malditos días, limitando mi horizonte de vida a HOY.
Comments